domingo, 26 de diciembre de 2010

El difícil renacer del Archipiélago de Juan Fernández:

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Fecha: 26 de diciembre de 2010

Robinson Crusoe pierde un 90% de su turismo por daños del maremoto

Visitantes cayeron de 3.000 al año a apenas 300. Empresarios afirman que no hay recursos para volver a levantar los hostales.

MACARENA TORO VALDIVIA

ARRASADO.- En la bahía Cumberland todas las construcciones del borde costero fueron arrasadas por el mar, incluyendo hostales, restaurantes y cafés. Sólo el sector pesquero se ha reactivado, gracias a donaciones.

AYUDA.- La barcaza Rancagua de la Armada arribó a la isla con maquinaria y materiales para reconstruir

ROBINSON CRUSOE.- "Se nos acabaron los pasteles", contestan en la hostería Petit-Breullh cuando uno de los doce clientes que entraron de improviso para cobijarse de la lluvia pide un trozo de torta. En el lugar ya no están acostumbrados a un arribo tan masivo de visitantes. "La gente que ahora viene lo hace por la reconstrucción, no consume", dice Ramón Baeza, dueño de la hostería.

El maremoto de febrero destruyó siete de las once hosterías de la isla Robinson Crusoe, en el archipiélago de Juan Fernández, y el número de camas pasó de 250 a sólo 40. A diez meses de la tragedia, en la zona ni siquiera piensan en levantar de nuevo los edificios, ya que la prioridad son las casas: sólo se ha terminado una de las 42 que se construirán.

Sin lugares donde recibir a los turistas, ese sector -que representa el 40% de la economía isleña- registra una caída de 90%. De los casi tres mil visitantes que recibían al año, ahora "con suerte llegaremos a los 300 esta temporada", dice Ramón Salas, presidente de la Cámara de Turismo del archipiélago.

Ximena Green era dueña de la hostería Martínez & Green hasta que el mar se la llevó. No sólo perdió a su nieto Joaquín, el "puntito", sino que además una empresa familiar de décadas. No tiene cómo levantar de nuevo su hostería, el café y sus negocios y por eso por ahora sólo tiene un puesto en una cabaña que consiguió, donde vende confites y pasteles que ella misma prepara.

"Nosotros no podremos hacer nada para el verano. Esto es, entre comillas, un negocio pero en realidad todo es diferente. Venderé cositas, pero turismo, turismo, no", comenta.

El alcalde Leopoldo González afirma que mientras no haya infraestructura poco pueden hacer los guías turísticos y restaurantes para atraer visitantes. Las pocas hosterías que quedaron han bajado en promedio un 30% sus precios para incentivarlos.

Mientras tanto, los comerciantes piden más apoyo para reconstruir. "No podemos construir en el borde y no hay suficiente transporte para traer herramientas para volver a levantarnos", dice Salas. Agrega que las pérdidas por el maremoto y por los ingresos que se dejaron de percibir este año superan los $2.000 millones.

Por ahora la pesca, la otra industria de la zona, mantiene a los isleños. Este año vendieron 58 toneladas de langosta y gracias a donaciones de privados casi todos los 120 pescadores tienen un bote. "Nos falta la caleta, pero estamos bien, echando para adelante", dice Alberto Vergara, dirigente del gremio.

Mientras, en la bahía Cumberland, el alcalde inicia los trabajos para levantar un muro en el borde costero, y habilitar espacios para una caleta que permita retomar la normalidad.



Los cinco ejes de la reconstrucción isleña
En lo personal, el alcalde González perdió su casa y hostería. En su trabajo, el municipio perdió el edificio consistorial, escuela, centro cívico, gimnasio y el muelle. Ante la magnitud del daño, se fijó un plazo de cuatro años -junto a la Intendencia de Valparaíso y la Municipalidad de Lo Barnechea- y cinco ejes para la reconstrucción.

Uno de ellos es la rehabilitación portuaria, que implicará la habilitación de casetas y una bomba de combustible para los pescadores. Otro es el edificio consistorial, que se empezará a construir desde febrero. Con un costo de $1.400 millones, se levantará en la misma zona donde fue destruido, pero contará con vías de evacuación y barreras de mitigación.

El tercer proyecto es la construcción de una escuela que reemplace a la modular que llegó por la emergencia. "Hoy en día es una verdadera laguna como se llueve. Pobres seremos, pero en taza plástica no tomamos té", dice González.

El nuevo colegio tendrá laboratorio, gimnasio y más salas que permitan retomar la jornada escolar completa para los 130 alumnos. Y para fomentar el deporte se proyecta levantar en el borde costero un complejo deportivo que tenga piscina, canchas y gimnasio.

Pero de todos los proyectos, el más importante es la entrega de viviendas. Además de la casa que ya se terminó, ahora se construye otra, en enero se levantarán 22 más y luego otras 18 para dar solución a 42 familias damnificadas.

Sin embargo, el edil explica que hay otras ocho familias que no podrán recibir viviendas porque sus casas eran fiscales o ya habían recibido algún beneficio.

Es el caso de la familia de Martina Maturana, la niña que tocó el gong con el que alertó de la primera de tres olas que devastaron el pueblo. El papá de Martina es oficial de Carabineros y, como perdió su casa fiscal, viven en una cabaña de veraneo que ahora deben dejar porque la ocupará su dueño. "Aquí estamos, sin saber adonde ir", dice Martina.

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