sábado, 15 de enero de 2011

Nostalgia porteña

Más Deco
n° 401
sábado 15 de enero 2011



Un viaje al pasado y una ojeada al presente, a una ciudad con carácter que todavía conserva toques de un pasado glorioso, pero que también ha sabido renovarse para ser uno de los destinos turísticos más importante de Chile, es lo que descubrimos en nuestro paseo por los cerros de Valparaíso.

por: Carolina Cristi /
Fotos: Orlando Pallero

Valparaíso es mucho más que sus pintorescas casas de colores. Hay una identidad que se respira y que tiene que ver con la forma en que se habita, la manera en que se relacionan las personas, la interacción que existe entre los cerros y el plan, la magia de bajar por un ascensor, la vida del puerto y sus historias de marineros, los bohemios bares subterráneos, los gatos en las esquinas, los almacenes de barrio y la nostalgia eterna de una ciudad de poetas. Eso es Valparaíso.

La única ciudad patrimonial de Chile cuenta una emotiva historia cargada de recuerdos de un pasado glorioso, cuando alguna vez fue el puerto más importante de Latinoamérica. Fue entonces cuando la llegada de inmigrantes europeos configuraría, junto a los porteños, la identidad de esta urbe.




En el comercio, fueron los italianos los que dejaron un marcado sello que hasta hoy se hace notar con famosos reductos como la Bodega Pedro Montt, de la familia Bacigalupo, que desde 1920 se dedica a la venta de provisiones y abarrotes ."Más de 90 años atendiendo al público no es tarea fácil, el secreto está en el servicio, somos una empresa familiar y siempre hemos sido los dueños los que atendemos a nuestros clientes, de generación en generación", aclara Roselba Bacigalupo.
El almacén El Olivar, de 1889, es otro representante de aquella época de oro. Fue en 1910, cuando en manos de la familia italiana Noce comenzaron con la venta de regalos, menaje importado y cristalería fina, en la esquina de Victoria con Simón Bolívar. Por el mismo sector, los hermanos Brusco, en su fábrica de licores de la calle Yungay, han producido durante años el famoso bajativo Araucano, además de otros 34 licores hechos a base de hierbas naturales. Una empresa familiar que se remonta a 1906 cuando Virgilio Brusco, también italiano, quiso replicar en Chile las viejas tradiciones europeas. El negocio resultó bueno y aún funciona, aunque ahora son sus nietos los que lo llevan.



Las clásicas pastas Zena, las cecinas Sethmacher en la plaza Echaurren, el Bogarin y las cocinerías del mercado Cardonal son también parte del inventario de esta ciudad. La bohemia infaltable se deja caer en veladas eternas, llenas de música y buen vino en el Cinzano, uno de los más antiguos restaurantes de la zona, o el bar La Playa, y para qué decir las chorrillanas del J.J. Cruz. Así, y aunque perdidos en el tiempo, estos lugares están siempre llenos, y no sólo de turistas, sino que de los mismos porteños, que buscan ahí empaparse de su propia historia; de esa que ha hecho posible que esta ciudad hoy sea la capital cultural de Chile, ya que el patrimonio protegido por la Unesco no son solamente edificios, es también su gente, el patrimonio intangible.
Antigüedades





Más allá de la bohemia, existe también una ruta de anticuarios que comienza con los clásicos de la calle Independencia, se trata de Antigüedades El Abuelo y Casa Lagazio; en esta última su propio dueño, Humberto Lagazio, es un verdadero personaje en Valparaíso. Si hasta ha sido declarado patrimonio vivo de la ciudad. A sus 90 años, y más elocuente que nunca, nos cuenta la historia de su local, en el que tiene lámparas de lágrimas y muebles de estilo, cuadros, esculturas, todo escogido bajo su selecto ojo de anticuario, ese mismo que lo hizo aventurarse en los 60 por los muebles finos.

Siguiendo la misma calle llegamos a la plaza O'Higgins, donde todos los sábados y domingos se instala la Feria de Antigüedades Plaza La Merced. Aquí hay desde libros, muebles, lámparas, loza antigua y alguno que otro cachivache para los amantes de los objetos. Además, justo al costado de la plaza donde se encuentra el Hotel O´Higgins de Valparaíso, está la calle Pastor Willis Hoover (ex Retamo). Ahí se ha desarrollado en los últimos 10 años un polo de anticuarios y restauraciones bien entretenido. Antigüedades Bauhaus fue una de las primeras en colonizar el sector, posee una gran variedad de figuras, esculturas y alacenas. La tienda Los Mellizos M y R, Mi Mundo, Bazar El Arriero y Oro del Mar también forman parte de este recorrido que es mejor hacerlo el domingo en la mañana.






Un cuento aparte resulta la historia de Alfredo Nebreda. Oriundo de la zona y anticuario por más de 25 años, también tenía su tienda en Valparaíso, pero por el terremoto tuvo que trasladarse con todo a su casa. Aunque eso es quizás lo que le entrega hoy una onda aun más curiosa, porque vive en una antigua casona en Recreo (Diego Portales 1135), e ir a visitarlo es un verdadero paseo. Los objetos que atesora para la venta son cosas que reunió a través de contactos, personas que lo llaman, cambios de casa o abuelitos que buscan deshacerse de algunas pertenencias. Hay para todos los gustos y estilos. Además de tener un buen maestro para restaurar, él mismo arregla lámparas antiguas y su hermano repara relojes.

Lo nuevo en el cerro

Alejándonos del plan, tomamos el ascensor Concepción y subimos al cerro que lleva su nombre, sin duda uno de los más famosos junto al cerro Alegre, donde hace poco más de cinco años se desarrolló un fuerte polo gastronómico y hotelero que ha levantado el turismo y le ha entregado calidad y vanguardia al sector.

Allí, entre sus callecitas, se han instalado este último año nuevos reductos, que se suman a la ya variada oferta que aumenta y aumenta. El restaurante Almacén Nacional, en la calle Almirante Montt, es nuevo en el barrio. Abrió en julio pasado y apuesta por un ambiente tradicional. "Aquí todos los productos son chilenos, gastronomía chilena, el arte y la artesanía que se exhibe para la venta también es nacional. Es un lugar acogedor, que es apreciado no sólo por el turista sino también por los locales", aclara Javiera Prieto, dueña del restaurante, que posee una decoración rústica y muy acogedora.

Por la misma cuadra y en el mismo edificio que fue restaurado por la oficina U6 Arquitectos, encontramos la romántica florería Flordeko, de la arquitecta Lena Tesch, donde además de flores se encuentran lindos objetos decorativos, todos con ese toque de los típicos almacenes de barrio. Recientemente se asoció con el artista Jorge Choc, quien se dedica a la decoración dirigida al rescate de objetos de espacios patrimoniales, así que también vende lámparas antiguas con cristalería checa.

En la puerta de al lado la parada dulce la entrega la nueva heladería Amor Porteño. Su dueña, Josefina Grau, decidió hacer un cambio radical tras una estresante vida en Santiago y se instaló con estos ricos helados artesanales. "El resultado fue maravilloso, desde el primer día tuvimos mucho público y se fue generando un ambiente familiar. Con la llegada del invierno empezaron a pedir café y cositas ricas para comer, así que finalmente se hizo también la cafetería en la parte de atrás", comenta entusiasmada. Helados 100% artesanales, novedosos jugos, milkshakes, churros, brownies y sándwiches. El sambayón es un helado afrodisíaco que tiene coñac, bocado y un poco de amarula.

Un par de cuadras hacia arriba, por la misma calle Almirante Montt, el restaurante italiano Malandrino es otro que seduce por sus irresistibles pizzas hechas en horno de barro."Esto surge luego de 20 años de coqueteo entre Chile e Italia, pero fueron mis últimos años en Ravello los que engendraron el proyecto. Mi vida se desarrollaba en cocinas y huertos de amigos, haciendo vino, aceite de oliva, conservas, panes, pastas, pizzas, etc., donde se vive el amor y la pasión por la comida simple y genuina. En una de mis venidas a Chile, me reencontré con Valparaíso, lugar donde estudié arquitectura, y me pareció una escala perfecta para mí, un lugar vivo y con gente amiga; fue entonces cuando me decidí a comprar esta vieja y mal tenida casa", explica Patricio Caorsi, dueño del restaurante, quien reconoce que fueron dos años y medio de restauración para dar finalmente con este acogedor pedacito de Italia en pleno cerro Alegre. Patricio cultiva en un terreno en Laguna Verde lo necesario para darles ese no se qué increíble que tienen sus pizzas de estilo napolitano. La lasaña de berenjena y la pizza de queso gorgonzola son dos de los platos favoritos de su selecta carta. Además del restaurante en el segundo piso tiene piezas en arriendo para turistas
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Para escaparse
Cada vez que el arquitecto Juan Pablo Nazar llega al cerro Bellavista se olvida del auto, porque aquí todo se hace caminando, subiendo y bajando escaleras. Una rutina única y parte de la fascinación que siente por este rincón de Valparaíso.

por: María Gracia Paúl /Producción: Andrés Fernández/



Fotos: Nadia Pérez

Debía ser un lugar de retiro, en un entorno especial y en donde poder vivir periódicamente una solitaria estadía que hiciera olvidar la rutina santiaguina. Entre laberintos de calles, coloridas edificaciones y empinadas escaleras, tan propias de esta ciudad porteña, llegó a esta antigua casona patrimonial de 1915, ubicada en lo alto del cerro Bellavista, a pasos del ascensor Espíritu Santo, el Museo a Cielo Abierto y la plaza Victoria. Ahí encontró un departamento de 50 m², en un cuarto piso, y con las mejores vistas hacia la bahía. "Qué mejor, aquí me relajo, me estimula salir a caminar, y tengo mucha tranquilidad porque casi no existe la vida social", dice Juan Pablo, socio de Damajuana Hand Made.

Muchas veces aterriza solo y pasa horas fabricando collages a partir de croquis dentro del taller que, a través de un antiguo postigo, recibe la luz natural más exquisita que se pueda imaginar, y durante casi todo el día.

En otras ocasiones lo acompaña su polola, la artista visual Amalia Valdés, con quien recorre y descubre rincones o pequeños tesoros. "Ando en busca de mercados, cada vez que vengo para acá bajo a recorrer las ferias, los anticuarios y los mercadillos donde se encuentran cosas únicas y baratas", comenta este arquitecto de 31 años.

Emplazada en uno de los cerros más emblemáticos de Valparaíso, el Bellavista, donde el arte se respira caminado por el Museo a Cielo Abierto, esta casona de principio de siglo rescata ese sello único y patrimonial que hace de la ciudad puerto un lugar simplemente cautivante.

Por lo mismo es que la esencia de este departamento son los objetos, "lo objetos me enamoran", dice Juan Pablo para resumir esta fascinación de elementos hallados por casualidad, que sólo gustan, no importando su origen, época o combinación.

"Son souvenirs antiguos, me gustan las cosas viejas, con historia, desde cuchillos de hueso que voy recolectando hasta lámparas en desuso", afirma, mientras a su vez muestra el orden con que todo está dispuesto. Todos estos gustos se lucen principalmente en la cocina, que a su vez cumple el rol de comedor y, como dice Juan Pablo, "es el corazón de la casa" por su ubicación céntrica.

Este es el espacio más aprovechado, donde junto a Amalia ha ido formando un pequeño jardín de plantas y donde surgen las mejores conversaciones con vistas hacia los descoloridos balcones, galerías, añosas techumbres porteñas y, principalmente, la enorme bahía que conforma el puerto de Valparaíso.
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