domingo, 26 de mayo de 2013

Borja Huidobro y su París propio






Incombustible a sus 77 años, el más importante arquitecto chileno de exportación muestra el París que ha ido armando, tras medio siglo vivido en la capital francesa. En el recorrido no disimula su humor particular ni su obsesión por los detalles. Adelanta que este es el último año que hará obras para Francia. Desde allá, aunque sin asomo de nostalgia, mira también a su Santiago natal.

por Jaime Rodríguez Z., desde París - 26/05/2013 - 02:44

Si la Grande Galerie de l’Evolution, de París, fuera, como parece ser, un arca gigantesca, el chileno Borja Huidobro sería Noé. Junto a Paul Chemetov y Rafael Benavente, reinventó completamente este monumento histórico de la capital francesa. “A Benavente le dije que sería arquitecto museográfico y me pregunto qué era eso. ¡No lo sé!, le contesté, inventémoslo. Y así lo hicimos. Nos pasamos meses reuniéndonos con científicos, zoólogos, biólogos, discutiendo con ellos, aprendiendo de ellos”. El resultado es esta arca de cinco niveles y 6.000 m2, por los que avanzamos deteniéndonos en cada especie, desde los más pequeños organismos acuáticos hasta los grandes mamíferos.

La evolución, explica Huidobro, empieza en el mar. Y él aquí parece sentirse como pez en el agua. Puede relatar la historia de cada exhibidor, de cada cable, de cada lámpara de fibra óptica que, asegura, fue un invento que sacaron de la manga cuando esta técnica de iluminación no era nada común. Nos introducimos con él en el vientre de la ballena -en realidad, un esqueleto flotante de más de 10 metros de largo- y desembocamos casi en las fauces de un oso polar. Más allá, la caravana de grandes mamíferos, presididos por un elefante, invita a seguir el viaje. Tenemos a los animales al alcance de la mano, sin barrera que nos separe de ellos. Eso formó parte del concepto general de la galería, dice Huidobro: poner a la gente al mismo nivel que las especies exhibidas. “Fue lo que más nos costó hacerles entender a los responsables del museo. Nos decían que estábamos locos, que la cola del león no duraría ni 10 días en su sitio con todos los niños que vienen aquí. Pero han pasado 20 años y ahí la ves…”.

Lo hemos visto llegar hace apenas una hora -77 años, paso seguro, impecablemente desaliñado- hasta este edificio inaugurado originalmente en 1889, el mismo año que la Torre Eiffel, y ya nos ha contado la historia completa del Jardin du roi, creado en 1635, y la historia del conde Buffon, intendente y principal impulsor de la investigación científica en ese jardín a mediados del s. XVIII. Y cómo a finales de ese mismo siglo, el parque pasó a albergar el Muséum National d’Histoire Naturelle, del que forma parte su galería.


Huidobro parece más un francés hablando en perfecto chileno, que un chileno hablando en perfecto francés. No son las palabras o la pronunciación. Es más bien, una cierta excentricidad típicamente parisina a la hora de expresarse. Gesticula, imita, saca la lengua. Me hace recordar la foto de Albert Einstein haciéndose el loco. Tiene un sentido del humor envolvente y agresivo. Si le preguntas por su salud -a nosotros nos canceló una visita en octubre y llegó a estar internado en un hospital, aunque no quiere hablar de eso-, te dirá que está muy bien, pero te preguntará si quieres que esté mal y se pondrá a cojear aparatosamente. Luego le insistiremos si los problemas de salud que tuvo hace unos meses le impidieron venir al Festival Puerto de Ideas, de Valparaíso, para una charla con Cristián Warnken, pero él dirá que eso entra en la esfera de lo privado. “Mis problemas de salud me impidieron recibir un premio en México, eso sería todo”.

Huidobro es un personaje esquivo en el primer contacto, capaz de mandarte un correo con nuevas “órdenes” cuando intentas coordinar una cita, pero también capaz de amenazarte con no darte su dirección si no te tomas una cerveza con él después de pasar el día juntos. Con este reportero oscila entre el desdén y la generosidad. Es seco y risueño a la vez, parece harto de las ñoñerías del mundo, pero si le preguntas cuál ha sido su mayor vicio dirá que “amar lo bello y creer en la amistad”.

Durante nuestra visita, las palabras que Huidobro utiliza con mayor frecuencia son, en este orden: gallo, salvaje y arquitecto.

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Para entrar en la Grande Galerie de l’Evolution nos hemos acreditado como periodistas, pero Huidobro ha insistido en pagar su entrada. “Soy el arquitecto que rediseñó esto”, le dice a la empleada del museo, que lo mira perpleja. Pide que la esperemos un momento y se va. Pienso que para el arquitecto más célebre de Chile, uno de los más reconocidos del mundo, con edificios en tres continentes, debe ser raro que los empleados del museo no sepan quién diseñó el espacio en el que trabajan. “Cuando eres joven crees que siendo arquitecto tu nombre va a quedar para siempre, que vas a ser como una estrella. Después te das cuenta de que no. Sí, están tus edificios allí, pero de tu nombre nadie se acuerda. Al final todos desaparecen. ¿Quién se acuerda ahora de Portzamparc y tantos otros Pritzker (el premio más importante de arquitectura)? Nadie”. Le recuerdo entonces el Premio Nacional de Arquitectura que obtuvo en 1991 o el más reciente ArpaFIL, que le concedieron en México. El contesta que en realidad, los premios no sirven para nada. “Pero eso es algo que sólo puedes saber después de que los ganas”.

Alcanzamos la cima de la evolución. Es el último nivel de la Grande Galerie. Pienso en el arquitecto noruego Christian Norberg Schulz y en su visión del espacio como “dimensión de la existencia humana”, así es que busco al hombre en esta exposición y no lo encuentro. Cuando le pregunto por esto a Huidobro, me lleva a una esquina donde hay un árbol rodeado de primates. “Párate acá -dice- y mira para abajo”. Y lo que veo es a mí mismo insertado en la pieza: una cámara y un monitor me han convertido en la parte culminante de este viaje. Mientras bajamos, hablamos de la imaginación como necesidad y de “la falta de imaginación”. Huidobro entonces recuerda la visita que hizo a este museo Patricio Aylwin, cuando acababa de ganar la presidencial. “El Pato Aylwin se pasó hora y media haciendo este mismo recorrido -dice- y antes de irse me dijo ‘¿Por qué el chileno siempre tiene más imaginación en el extranjero?’. Yo le contesté que no era más imaginación, era más plata nomás”.


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¿Por qué interesa tanto Huidobro? Tal vez por esa pátina de rebeldía que, casi de manera inconsciente, impone a todos su actos creativos y vitales. Proveniente de una de las familias más tradicionales de Chile, siguió el ejemplo de su célebre bisabuelo, el poeta Vicente Huidobro, y cambió su aristocrático nombre Francisco de Borja García-Huidobro Severín, por el más iconoclasta Borja Huidobro. Su actitud ante sus orígenes siempre ha sido ligeramente burlona. “Todos los Huidobro han sido idiotas, salvo el poeta. Ellos creían que vivían en una monarquía hasta 1920”, dice. También cuenta que con su padre casi no habló hasta que cumplió 10 años, cuando aprendió castellano, ya que él y sus hermanos fueron criados por una institutriz inglesa, en la hacienda familiar El Oliveto, en Talagante. También recuerda que cuando tenía 21 años y estudiaba Arquitectura en la Universidad Católica, ese mismo padre lo llevó a una reunión del Partido Conservador y sin consultárselo, lo propuso como candidato a diputado, pero que él se negó. Su alejamiento de las tradiciones heredadas se radicalizaría años más tarde: pasó de ser un joven católico (“perdí la fe en el Vaticano: tanta pomposidad, tanta fastuosidad”) y anticomunista, a ser simpatizante de Salvador Allende: “Fui a verlo un mes antes del golpe y me dijo ‘quédate en París’… El sabía lo que se venía”.

A Francia llegó casi por azar: “Yo quería irme, adónde fuera”. Dice que ya tenía una beca para estudiar en EE.UU. cuando con su mujer, Michèle Duhart -hija de uno de sus mentores en la UC-, decidieron dar un giro: aprovechando que ella era francesa, se establecieron en París. Era la década de los 60. Huidobro no hablaba una palabra del idioma, pero se puso a trabajar enseguida como dibujante en la oficina de André Gomis y se dio cuenta de que estaba mejor preparado que la mayoría de sus colegas locales. Empezó a asociarse con arquitectos latinoamericanos, participó en concursos, obtuvo encargos. A mediados de los 80, junto a Paul Chemetov, formaría uno de los tándems arquitectónicos más celebrados de Francia. Desde entonces, Borja Huidobro se iría haciendo cada vez más conocido, hasta convertirse en el principal arquitecto chileno de exportación.

Ahora, luego de terminar el recorrido por la Grande Galerie, propone ir a un restaurante cercano. Cuando llegamos está cerrado, así es que nos metemos en un pizzería. Pedimos risottos y agua San Pellegrino. Hablamos de los libros que le gusta leer -ciencia e historia, básicamente- y de la Guerra del Pacífico. Como el fotógrafo y yo somos peruanos, se divierte contándonos historias que desconocemos, como la del marino chileno apellidado Lynch que detuvo el asalto a una ciudad peruana porque el alcalde y jefe de la resistencia tenía el mismo apellido y era su primo. Recuerda que en el Oliveto había un cuadro enorme, con una mujer y una bandera peruana detrás. Nunca supo de dónde había salido.

Mientras habla, saca una pluma del bolsillo y traza líneas en el mantel de papel. Hace rectas, curvas, diagramas. Huidobro hace mapas de conversaciones. “Es un vicio de arquitecto”, dice restándole importancia al asunto. Y después: “¿Sabe lo único que debería decir en su artículo? ‘Huidobro dice que tiene nostalgia de Chile’. Diga eso y que estoy pensando en volver. Se pondrán felices”.

-¿Lo dice en serio?


-No, no podría, creo que aterrorizaría a todos los arquitectos chilenos -se ríe-. Todas las entrevistas lo único que quieren saber es si me siento más chileno que francés.


Me acuerdo de unos versos de Huidobro, el poeta: desplumar una bandera como un gallo. Borja lleva 50 años viviendo en Francia, lo que equivale a decir que ha vivido en París casi el doble de tiempo que en Santiago. Sin embargo, su impronta en la creación del paisaje urbano de la capital chilena -una ciudad para la que una vez dijo que la única solución era una bomba atómica- es notable. Con edificios emblemáticos, como el Plaza de los Angeles o el del Consorcio Nacional de Seguros, ambos en la zona oriente de Santiago. Mientras hablamos le llega un mensaje que lee haciendo muecas. Nos pregunta si conocemos a un periodista chileno que está haciendo una nota sobre Sanha-ttan. Quiere hacerle unas preguntas sobre su papel en el desarrollo de ese barrio. “¡Yo no he construido nunca en ningún sitio llamado Sanhattan! -dice-. Yo sólo he hecho edificios en El Golf”.

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Después de comer, nos vamos al que probablemente sea el edificio más emblemático de Huidobro y uno de los muchos que realizaría para el gobierno de François Mitterrand (luego terminarían “prohibiéndole” participar en nuevos concursos públicos, para no acaparar monumentos). La sede del Ministerio de Finanzas, emplazada sobre el Sena, le tomó seis años de trabajo y fue inaugurada en 1989. Con pases de visita al cuello, seguimos al arquitecto al interior de su obra. El edificio puede albergar seis mil trabajadores y tiene unos 225 mil m2 de superficie, pero Huidobro se conduce en él como si fuera de la cama al living. Conoce el destino de cada uno de los ascensores, sabe adónde lleva cada pasillo, recuerda las dimensiones de cada lugar. Para Huidobro, como para Mies Van de Rohe, Dios parece estar en los detalles. Al entrar en una de las incontables salas de reuniones, dice: “Acá han movido una mesa”. Luego pregunta: “¿Ves esto que hay en los techos de todos los pasillos?”, y nosotros miramos lo que parecen ser los maleteros que hay en los aviones sobre los asientos. “Sí, está inspirado en los aviones, sirve para llevar todo el cableado de modo que pueda ser cambiado o reparado con facilidad”. Pasamos debajo de un puente y nos dice que allí están todas las computadoras con la información financiera del país. “Están sobre el vacío para que nada se puede cablear por ningún lado, para mantenerlas aisladas”. Todo el edificio -desde el foso inspirado en los castillos medievales que lo separa de la calle, “para no tener que poner rejas”, hasta la última ventana de las oficinas- está construido en base a una única medida: un cubo perfecto de 90 por 90 centímetros. “Las oficinas, además, son móviles, están separadas por tabiques adaptables, de modo que pueden convertirse en despachos para uno, dos o más empleados”. Su punto más distintivo, sin embargo, es la “pata” que el edificio pone sobre el Sena y que en su momento fue criticada por sus colegas franceses. Para defenderse, Huidobro se valió de tecnicismos que se prestaban a ambigüedad. Siempre esgrimió el mismo argumento: “Yo soy arquitecto, no abogado. Mi lenguaje es la forma, no la palabra”. Ese alarde de osadía y desparpajo terminaría constituyendo el alma de un edificio hoy considerado Monumento Nacional.

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A la mañana siguiente lo buscamos en su casa del céntrico barrio de Le Marais -construido sobre marais o ciénagas, “por eso las casas se inclinan para un lado”- y nos vamos a comer tartine, el típico desayuno francés de baguette con mantequilla y mermelada, que él devora con gusto y buen humor. Muy cerca, en la calle Poitou, está su restaurante favorito, el Chez Nenesse, un bistrot francés de los de antes, con mesas de mantel de cuadraditos y buen vino de la casa donde se respira un ambiente familiar. “¿Restaurantes chilenos? No conozco ninguno y no sé si existen, pero debe haber…”, dice. Hace 20 años que vive en este barrio, famoso porque, entre otras cosas, acoge tanto a la efervescente movida gay como a la conservadora comunidad judía. Aunque “eso es más arriba”, como señala Huidobro.

Terminado el desayuno, caminamos a buscar su auto. “Siempre voy caminando al despacho -dice-, así me aseguro de caminar por lo menos cuatro kilómetro diarios: dos de ida, dos de vuelta”. Nos dirigimos hacia Sotteville-lès-Rouen, a una hora de la ciudad, donde dice que nos mostrará uno de sus últimos trabajos: la rehabilitación y ampliación del Lycee Marcel Sembat, un instituto en el que se imparte formación técnica.

Salimos de París bajo una incipiente lluvia, que hace lucir a la ciudad aún más espectacular. “Vivir en París para un arquitecto es como vivir en el mejor museo”, asegura. Dice que le gusta la arquitectura de cualquier época y que cada época tiene su lenguaje.


-¿Le impresiona algún edificio últimamente? ¿Qué sorprende a Borja Huidobro?


-Hay varios edificios que me han impresionado, pero nunca doy nombres. Eso evita rencores. En cuanto a lo que me puede sorprender, yo podría decir que ya nada me sorprende en ese campo, porque a la imaginación y a la inventiva se suman ahora los adelantos técnicos en la construcción y en los materiales que la componen.

Huidobro dice que las soluciones arquitectónicas son cada vez más audaces y que dan la impresión de burlarse de las leyes de la gravedad, pero “no así del viento ni de los terremotos”. A propósito de eso, nos cuenta que en el terremoto del 2010 en Chile no se cayó ninguno de sus edificios. Sólo se les rompieron unos cristales. “Siempre es mejor tener ‘los pies en el suelo y la cabeza en las nubes’”.

Al volante de su Volswagen Golf, Huidobro recuerda los viejos tiempos, en los que conducía el Porsche que se compró cuando ganó la licitación del Ministerio de Finanzas francés. Se explaya en anécdotas interminables de amigos del pasado y Porsches y accidentes. “Al final terminé usando el mío para ir a comprar el pan en el pueblo, así es que mejor lo vendí”.

A medio camino paramos para cargar gasolina, cosa que al arquitecto le gusta hacer a la antigua: con un señor llenando el tanque de combustible, porque dice que él no sabe cómo funcionan las tarjetas en los sistemas automáticos. Vuelve al coche con bocadillos y chocolates. Más adelante quedamos atrapados en un taco, debido a un accidente en la ruta. El arquitecto se muestra paciente y tolerante, más preocupado por nuestro tiempo -tenemos un vuelo en la noche- que por el suyo. Mientras avanzamos lentamente, dice: “He decidido dejar de hacer proyectos en Francia, este año es el último”. Queremos saber por qué, pero él hace una mueca que puede ser de aburrimiento o cansancio. Sólo adelanta que seguirá trabajando en Chile.

Cuando llegamos a destino, nos enseña un edificio ubicado debajo de lo que parecen ser unos techos ondulados. El instituto está cerrado, así que no podemos entrar. A simple vista, no parece que nos perdamos de mucho. Me pregunto por qué nos habrá traído a este pueblo. El, que tiene edificios en Dubai, en India, en España, en China... Entonces, damos la vuelta y notamos que los techos ondulados son también jardines que se extienden hasta un parque. “Mi idea era hacer que todos los techos del lycee se unieran con el parque -dice-, por eso son ondulados y en cada uno hay un jardín con un sistema de regadío. Los del municipio me dijeron que no era práctico, que los chicos acabarían saltándose de un lado a otro”. Se ríe. Cuenta que hizo pequeñas modificaciones, pero al final se salió con la suya y el edificio quedó permanentemente unido al parque. Se convirtió en paisaje.


Como no hay más tiempo, nos volvemos a la ciudad por la zona de La Défense, donde París se convierte en un parque temático de París. Pasamos por el Arc de Triomf, por Les Tuileries, por la Place de la Concorde y la Torre Eiffel. Allí nos despediremos de Huidobro. Entonces le pregunto qué sueño le queda por cumplir, qué le gustaría construir. “Mi sueño ahora es acceder a construir en el espacio y en el mar, porque son el futuro de nuestra especie. Son medios en los que la gravedad juega con el movimiento, y para nosotros es un reto mayor”. Pienso que la arquitectura de Borja Huidobro está llena de ese tipo de señales, de arrebatos emocionales, tan estéticos como funcionales. En el jardín vertical que conforma la fachada cambiante del edificio del Consorcio en Santiago; en la “pata” sobre el Sena del ministerio francés; en el puente tendido entre la naturaleza y los adolescentes de ese colegio en las afueras de París, la ciudad donde toda esta historia comenzó a dibujarse, con la fluidez de un croquis sobre un mantel, hace ya medio siglo.

Borja Huidobro arquitectura París Santiago

viernes, 24 de mayo de 2013

Valparaíso patrimonial: La reconstrucción a 3 años del 27/F


Este Día del Patrimonio es una buena ocasión para mirar hacia la ciudad puerto, donde el Minvu y el CNCA han potenciado la idea de que las personas también son parte del patrimonio, fomentando su participación activa. Este viernes se anunció además el Primer Fondo Público Concursable.

por: La Segunda/ Juan C. Ramírez viernes, 24 de mayo de 2013

1. Iglesia del Sagrado Corazón.





Más allá de los lugares icónicos -Iglesia La Matriz, Plaza Sotomayor, Paseo Yugoslavo-, la gracia de Valparaíso es que prácticamente cualquier esquina, cerro o construcción posee un elemento patrimonial e histórico que dialoga con un pasado que siempre amenaza con desaparecer. Y eso incluye también a los que lo habitan.


"Cuesta traspasar esa idea a las personas. Que el concepto «patrimonial» también incluye a los que viven en una casa antigua y ayudan a mantenerla", explica Carolina Navarro, ingeniera en construcción que, junto a su empresa Provalpo, ha participado en el proceso de reconstrucción post-terremoto.


"Tampoco era la idea reubicar a las personas afectadas en otro sector", explica Camila Hernández, arquitecta de esta empresa que ha tomado casas, edificios y galerías del puerto que quedaron dañadas por el terremoto.


Todo esto, acogiéndose al inédito Programa de Reconstrucción Patrimonial implementado por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu) a partir del 2010, que ha incluido ampliar de 46 a 140 las zonas declaradas patrimoniales por el Consejo de Monumentos Nacionales. Así, se han podido entregar 4.962 subsidios equivalentes a una inversión de más de 50 mil millones de pesos.


"Cada lugar impone sus propias exigencias. Lota es diferente a Valparaíso, por ejemplo. Y hubo que aprender a adaptarse a las diversas realidades", explica Antonia Scarella, coordinadora de Proyectos Patrimoniales del Minvu.


Valparaíso recibió 370 subsidios. Esto incluye desde casas hasta conjuntos de edificios. Scarella explica que esta fue la primera vez que se entregó una ayuda directa a los propietarios de viviendas situadas en zona patrimonial.


Lo interesante de recorrer estas viviendas es que, independiente de la fachada, la verdadera reconstrucción también va por dentro. Un buen ejemplo es el edificio Favero (1906), al pie del Cerro Florida, que podría considerarse una especie de cité monumental.


De largas escaleras y habitaciones que fácilmente pueden tener 6 piezas, el daño del terremoto quedó minimizado gracias a un trabajo de recuperación que renovó -y reforzó- pisos, paredes, techos y cimientos, tal como las viviendas ubicadas en la subida Ferrari o en la calle José Arturo Olid.


Esto incluyó también edificaciones de departamentos en calles Independencia, Uruguay y avenida Brasil. Cada una con sus propias exigencias.


Los especialistas concuerdan en que, a pesar de la idea de lo devastador que puede ser un terremoto, casi siempre se pueden recuperar las construcciones, pero hay que reeducar a los chilenos para que se den cuenta de que ellos también forman parte del patrimonio.


"Valparaíso es una vieja que tienen ahí tirada"


Respecto del empuje de las personas haciéndose partícipe de la reconstrucción, Christian Morales opina que "la ciudad tiene una capacidad de reconstruirse, independiente de si las autoridades dan lucas o no. Es una costumbre. El tema de las autoconstrucciones es súper conocido. Hay una cosa de mucha amistad y fraternidad". El es uno de los autores de "Valparaíso no patrimonial" (Ocho Libros), una publicación que se dedicó a buscar esos lugares que no aparecen en las guías turísticas, pero que son esenciales para entender al porteño. Se incluye, por ejemplo, el bar Liberty, la peluquería Acuña o la sombrerería Woronoff. Ahora, se venderá una reedición, además de la segunda parte.


Lo que le molesta es que Valparaíso está pensado e intervenido desde Santiago y no por su propia gente, que es "la que con su amor mantiene vivo al puerto". Más allá del Cerro Alegre y los hoteles boutique, Valparaíso es "como una vieja curiosa y fea, que la tienen ahí tirada, y ése es precisamente su atractivo", explica.


"El tema patrimonial es algo tremendamente manoseado. Hay una confusión, porque la gente cree que es algo arquitectónico, pero se olvidan los ritos, leyendas y acciones intangibles. Siempre he pensado que declarar Patrimonio de la Humanidad a un sector en particular es una operación maquiavélica, porque convierte a los alrededores en una oportunidad comercial. Como si los edificios antiguos fuesen moneda de cambio. Piensa en el mall . Dará puestos de trabajo... a los mismos que se los quitan del comercio tradicional".


92 proyectos y $18.319 millones invertidos


El Consejo de la Cultura y las Artes (CNCA), por su parte, creó el Programa de Reconstrucción Patrimonial. Su objetivo era la recuperación de inmuebles patrimoniales en la zona afectada por el terremoto.


El modelo consistió en buscar la alianza público-privada, por lo que el Consejo financiaba el 50% del proyecto y el gestor responsable, como requisito, debía asegurar el resto del financiamiento con otras fuentes de recursos, teniendo la opción de recurrir a la Ley de Donaciones Culturales.


La iniciativa ha contado con tres etapas: 2010, 2011 y 2012. A partir del segundo período se incorporó a otras regiones no necesariamente afectadas por el terremoto, considerando su valor cultural, histórico y patrimonial histórico, la valoración urbana, el valor social y turístico, entre otros. Además, se aumentó el aporte del CNCA de $100 a $120 millones como tope máximo. En esta tercera etapa, fueron aprobados 31 proyectos, todos en desarrollo.


En total, han sido 92 proyectos, de los que se han finalizado 44 con un monto total invertido de $18.319 millones. En Valparaíso destaca la reparación y consolidación de las iglesias La Matriz, Sagrados Corazones y Sagrado Corazón de Jesús, además de la recuperación de la Biblioteca Santiago Severín. Esta última, fundada en 1873, fue la primera biblioteca pública y segunda del país, con más de 70 mil títulos y una Sala de Referencias con casi 7 mil ejemplares en estanterías abiertas.


Crean primer Fondo Público Concursable


Aprovechando el Día del Patrimonio que se celebrará este domingo, el CNCA, este viernes en el palacio de La Alhambra -uno de los edificios reconstruidos en Santiago-, anunció la creación del primer fondo público concursable para el patrimonio cultural.


El ministro de Cultura, Luciano Cruz-Coke, dijo que se trata de una "convocatoria pública y abierta con el fin de promover la acción de la ciudadanía en la conservación del patrimonio construido, aquel que es símbolo vigente de nuestra memoria y representante de nuestra identidad".


Además, resaltó que a través de este fondo "invitamos a la sociedad civil a presentar proyectos de reconstrucción de inmuebles que tengan un alto valor patrimonial y también que contribuyan al entorno urbano, el desarrollo social y los atractivos turísticos de las ciudades donde se insertan".


El nuevo Fondo del Patrimonio Cultural replica el modelo de la reconstrucción. Así, quienes postulen sus proyectos deberán contar con un cofinanciamiento de recursos para la ejecución completa, que podrá ser aportado por terceros o fondos propios. En caso de ser aportes privados, podrán acogerse a la recién aprobada Ley de Donaciones Culturales. Por su parte, el Consejo de la Cultura adjudicará hasta el 50% del total de cada proyecto seleccionado, con un tope de $120 millones.


La evaluación de los proyectos estará a cargo de un comité compuesto por un representante de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos; uno de la Subsecretaría de Turismo del Ministerio de Economía; un representante del Ministerio de Obras Públicas, del Ministerio de Vivienda y Urbanismo; un experto en patrimonio designado por el CNCA; un arquitecto destacado designado también por el CNCA y un representante del ministro de Cultura. La convocatoria se extiende desde el 26 de mayo y hasta el 25 de julio.

http://www.lasegunda.com/especiales/espectaculos/patrimonio27f/index.html

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domingo, 19 de mayo de 2013

Las novedades del Día del Patrimonio en Santiago



El próximo domingo 26 de mayo abrirán al público 167 edificios y lugares patrimoniales de la capital, entre las 10 y 17 horas.

por Karin Messenger - 19/05/2013 - 09:38



El recién remodelado Liceo de Aplicación se convertirá en un "museo de la educación" durante el Día del Patrimonio, el próximo domingo 26 de mayo. Ahí se exhibirán pupitres y pizarras antiguas, fotos de estudiantes de hace 70 años y libros de clases escritos con la caligrafía de los profesores de esa época. Además, se mostrará una edición de El Quijote de la Mancha que tiene 140 años y una serie de instrumentos que se usaban en los laboratorios de química, física y biología.

"Abriremos la entrada antigua de Cumming 21, con grandes escaleras de madera y un busto de Jorge Schneider, el primer rector. Adaptaremos una sala de clases con pupitres y una antigua pizarra empotrada que se corría con lienzas. Luego, visitaremos el teatro que tiene estructura metálica", explica Antonio Pacheco, director del liceo.

Este colegio nació como un anexo del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, dónde se aplicarían los métodos de enseñanza más modernos de la época. "En ese contexto, el equipamiento de los laboratorios responde a una política de Estado, lo mismo que el edificio y la contratación de profesores alemanes", señala Mauricio Figols, profesor de historia y experto en patrimonio.

Además del liceo, en el barrio Concha y Toro los asistentes al Día del Patrimonio recorrerán la Iglesia de la Gratitud Nacional y el Teatro Carrera, con visitas guiadas a las 10 de la mañana y al mediodía. "El punto de partida será el Teatro Carrera, seguiremos con la Gratitud Nacional, donde el padre Bernardo -el párroco de la iglesia- hablará sobre los 120 años de historia de ese templo, y después visitaremos el Liceo de Aplicación", explica Alejandra Balboa, miembro de la agrupación Espacio de las Artes Concha y Toro.

167 edificios y lugares

En paralelo, el domingo 26 se podrán recorrer dos obras del arquitecto Ricardo Larraín Bravo, autor de la Iglesia de los Sacramentinos. La primera es el centenario Teatro Huemul (Biobío 1377), donde se exhibirá un documental del director Rodrigo Lepe sobre su historia. En 1910 se creó el barrio Huemul, población modelo para obreros, comerciantes y empleados fiscales, concebida con caja de ahorros, dos escuelas, biblioteca municipal y un teatro. En 2000, el cineasta Silvio Caiozzi filmó ahí su película Coronación.

Casa Matriz del BBVA
Casa Matriz del BBVA

La segunda obra de Larraín que estará abierta es la Casa Matriz del BBVA, ex Caja de Crédito Hipotecario, en Huérfanos 1234. Construida en 1855, incorpora elementos góticos y del neoclásico francés, como una cúpula vidriada, vitrales, una imponente escalera de mármol y un ascensor.

También se podrá visitar la Catedral de Santiago, entre las 13 y 15 horas, donde tocará un grupo de música sacra y se verán piezas de arte colonial en la sacristía. A su vez, entre las 11 y 13 horas se hará un tour por la arquitectura modernista de la Villa Frei (1965-1968), en calle Ramón Cruz, y, entre las 10 y 13 horas, por las viviendas sociales del arquitecto Luciano Kulczewski en la población Madrid (1927), emplazada en la manzana conformada por las calles Porvenir, Madrid, Cuevas y Coquimbo, en el sector de Avenida Matta. El arquitecto es el autor de los torreones del funicular del Cerro San Cristóbal y la casona del Colegio de Arquitectos.

Si la idea es un paseo patrimonial en medio de la naturaleza una opción es visitar el Museo Herencias Campesinas (Larraín 11095), en La Reina, al interior del Parque Mahuida.El recinto abrirá entre las 10 y 19 horas y exhibirá 900 piezas como aperos, atuendos, herramientas y utensilios rescatados del campo chileno.

Entre las 10 y 12 horas, Senderos de Chile invitará a una ruta patrimonial por el cerro San Cristóbal, que incluye el Jardín Japonés, la línea del trencito turístico que funcionó hasta los años 70, la piscina Tupahue, la plaza Gabriela Mistral y el Jardín Mapulemu. El punto de encuentro será el acceso Pedro de Valdivia Norte. A su vez, se organizará un tour en bicicleta por el sector de Club Hípico y Parque O’Higgins, desde las 11 horas. El circuito partirá en Avenida Tupper esquina Beauchef.

Por otra parte, la ruta de las picadas de la cocina chilena comenzará a las 11 horas y recorrerá Plaza de Armas, Mercado Central, Mercado Tirso de Molina y Patronato. Entre 11 y 16 horas, se hará un circuito por el Barrio Bellavista: la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, la Casa Lehuedé, el Museo La Chascona y el acceso al Funicular del San Cristóbal. El punto de encuentro será Bellavista 7. Asimismo, debutarán otros tres tours temáticos: Ruta de la Salud, del Patrimonio Pedagógico y del Patrimonio Religioso .


viernes, 10 de mayo de 2013

Las fotos del barrio de Frei Montalva

LA TERCERA

Vecinos rescataron imágenes cotidianas del sector de Providencia donde por más de 40 años vivió el ex Presidente Eduardo Frei Montalva. La exposición se inaugura mañana, en la casa de calle Hindenburg 683, hoy convertida en museo.

por Paulina Cabrera - 08/05/2013 - 08:34



Son los años 60. El entonces Presidente Eduardo Frei Montalva, de terno, corbata y pelo engominado, riega el antejardín de su casa en calle Hindenburg 683, Providencia. Por la reja, entra su esposa, María Ruiz-Tagle, quien mira a la cámara al momento de tomarse la fotografía.

Esa imagen en blanco y negro forma parte de las 50 instantáneas que reunieron durante un mes los vecinos de la Casa Museo Eduardo Frei para exponerlas en la muestra Todo un barrio: mirada vecinal, que comienza mañana y con la que se celebran los cinco años del museo.

“Este no es nada sin el barrio y quisimos celebrar el aniversario con los vecinos, siguiendo la línea de participación ciudadana que promovía el ex mandatario”, dice Maite Gallego, subdirectora del museo.

“Ellos son los que tienen los recuerdos de la vida de ese entonces, de cuando el presidente se asomaba al balcón para saludar en su cumpleaños o cuando los domingos iba a comprar el diario al quiosco y saludaba a los niños en la misa de la Iglesia San Crescente”, agrega.

En el barrio cercano a Hindenburg, explica el historiador Miguel Laborde, vivía la burguesía, hijos de inmigrantes que iban a la universidad y formaban parte de una nueva clase media educada. “Eran un barrio de buen pasar. La gente que vivía ahí viajaba a Europa de vez en cuando”, detalla.

Sobre la arquitectura, el académico de la Universidad de Chile, Maximiliano Atria, dice que era pensada. “En esa época, la clase media acomodada construía sobre grandes paños y sus casas las encargaban a un arquitecto”, dice.

Con el tiempo, los habitantes originales se mudaron, pero otros permanecieron. Para ambos casos fue extendida la convocatoria de recolectar fotografías.

Lo importante es que hubieran sido tomadas entre las décadas del 40 y 90 y estuvieran dentro del cuadrante conformado por Bustamante, Irarrázaval, José Manuel Infante y Rancagua.

“Llegaron escenas familiares, de niños tomando mamadera en las puertas de entrada de sus casas, en triciclos antiguos, la de un organillero en calle Emilio Delporte y de trabajadoras de la ex Sombrerería Girardi”, dice Maite Gallego.

Otra de las imágenes de la exposición es una de la antigua botica de Osvaldo Sáez, que se ubicaba en la esquina de Santa Isabel con Vicuña Mackenna. “Mi abuelo era serenense y se casó con la hija de un alemán. Se quedó en Santiago y puso la botica en una casa antigua. Iba todo el mundo y le consultaban como si fuera médico”, recuerda su nieto, Guido Jara Sáez.

En otra de las fotos aparece el descendiente del boticario junto a sus amigos y parientes, celebrando en el restaurante Colo Colo, en Girardi esquina Santa Isabel. “Nos hacíamos llamar ‘Los Intocables’, por la serie de televisión de ese entonces”, relata Jara.

La casa donde Frei Montalva vivió junto a su familia por más de 40 años fue declarada Monumento Nacional en 2005.
Cabe mencionar que el inmueble conserva espacios intactos, como la biblioteca llamada “La Moneda chica”, donde el ex mandatario se reunía con autoridades, y el comedor, donde en 1968 estuvo de visita la reina Isabel II de Inglaterra. Un recuerdo de la época es la recreación de la mesa tal como estaba dispuesta ese día para la hora de la cena.

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